A la luz de la luna vislumbré el gato tumbado panza arriba, la cabeza torcida hacia un lado, las cuatro patas tiesas y levantadas al aire.
A pesar de la distancia que me superaba del suelo lo reconocí.
Supe sin necesidad de comprobarlo que lo había vuelto a matar. Por tercera vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario